sábado, junio 21, 2008

Otro Malambruno

He descubierto que en la blogosfera ha habido otro Malambruno.

Quise saber de mí mismo y me busqué en la red. Me encontré como miembro de un equipo de ajedrez con el que ya prácticamente nunca juego. Nada más sabía de mí la red.

Pensé entonces que quizá bajo la máscara de Malambruno tuviera alguna existencia, y, entre un montón de referencias a Cervantes y a don Quijote y algunas otras que sí que estaban relacionadas conmigo y que ya conocía, aparecía la referencia a un post desconocido para mí titulado Malambruno.

Era de una chica a la que voy a llamar Galatea y contaba la historia de su relación con Malambruno. Además, era una estocada directa al corazón de este último. Nada más empezar a leer me di cuenta de que ese Malambruno era otro Malambruno, pero lo leí con el corazón encogido sin poder evitar ponerme en la piel de quien había adoptado mi misma máscara.

Con sencillez y habilidad narrativa (sabe dar los detalles que te hacen comprender perfectamente cómo ve ella las cosas) Galatea cuenta que Malambruno era un compañero de trabajo un poco atípico y que le parecía interesante. Les tocó trabajar juntos en un determinado momento y después, a través del sistema de comunicación de la empresa (¿una especie de Messenger?) establecen una relación en la que intercambian bromas, comentarios… (Malambruno es culto e ingenioso y tiene un humor que dentro de la empresa sólo parece entender Galatea). Malambruno cada vez se interesa más por Galatea y quiere saber todo de ella. Con su interés y sus preguntas va estrechando un cerco a su alrededor. Pero para Galatea, Malambruno es un compañero de trabajo y no un amigo, y se siente agobiada. La gota que hace desbordar el vaso es que en una ocasión Malambruno le dice que le ha seguido a su casa. Ante esto, habla primero con los responsables de personal de la empresa y, después, al no encontrar una solución, abandona el trabajo. De momento, acaba su relación con Malambruno.
Dos años después Galatea crea un blog. Malambruno se entera, entra en él (seguramente es en este momento en el que el otro Malambruno empieza a ser Malambruno), se identifica debajo de su máscara como el antiguo compañero de trabajo y empieza a dejar comentarios. El proceso se vuelve a repetir, esta vez dentro de la red, y Galatea vuelve a sentirse cercada.

Galatea describe a Malambruno como inteligente, culto, con sentido del humor; no hay rencor, ni resentimiento, ni deseo de venganza… sólo la expresión de un verdadero agobio provocado por el interés del otro. Pero afirma dos cosas tremendas: que había dejado el trabajo en parte por culpa de Malambruno y que también en la red se sentía cercada por este último.

A esta estocada Malambruno contesta con un elegante y digno comentario que será el último. (Lo imagino tapándose con una mano la herida para que la sangre no gotee en el teclado mientras lo escribe.) Hasta ese momento no conocía la versión que de él mismo tenía Galatea, la entiende y “faltaría más” desaparece. Únicamente aclara que nunca la siguió: estando por otros motivos en la población donde vivía Galatea, fue a ver su casa, eso fue todo.

En lo que yo he podido comprobar aquí desaparece este Malambruno. Su vida en la red se había desarrollado sólo en el blog de Galatea y había durado tres meses.

La parte de la historia que transcurre en la red está a la vista de quien quiera leer. Si buscamos en las entradas anteriores vemos cómo Malambruno, cegado como aquellos a los que los dioses quieren perder, va amontonando ingenio y comentarios, cada vez más numerosos, que van llenándolo todo y estrechando el cerco por el que Galatea se siente rodeada. En uno le dice que tiene que contar más cosas, que sus lectores quieren saberlo todo; ella le responde que cuando le dan la mano quiere coger el brazo; y él contrarreplica diciendo que hay que dar, no la mano y el brazo, sino todo. En otro, que tiene que hacer un espacio dentro de su blog para sus comentarios… Sólo en la entrada inmediatamente anterior a esta que comentamos los comentarios eran seis o siete por lo menos. También queda claro que ni siquiera sospechaba que Galatea se sintiera cercada. En un momento inicial se excusa de ser un poco petardo y Galatea le contesta que no tiene que excusarse, que le gustan sus comentarios.

A pesar de la ansiedad con que leí post y comentarios (me la producía pensar que quien los leyera pudiera creer que era yo el protagonista) siento una gran simpatía por este otro Malambruno. También por Galatea, pero mientras las leía, las penas del otro Malambruno las sentía (cosas del poder de los nombres, nunca me he visto en una situación similar) casi como propias.

¿Por qué elegiría mi misma máscara? Sé por qué lo hice yo, pero sus razones no pueden ser las mismas. Nuestras circunstancias son muy distintas (distinta edad, distinta actividad profesional, distinta ciudad de residencia…) pero la elección de la misma máscara quizá apunte alguna secreta afinidad.

Etiquetas:

domingo, junio 15, 2008

Génesis apócrifa de El romancero gitano

Federico, leyendo la Segunda antolojía poética de Juan Ramón, se fija en las historias para niños sin corazón. La carbonerilla quemada le parece un horror putrefacto -a su inteligencia, le parece un horror putrefacto-. El poema es de una sensiblería estomagante y Juan Ramón, esta vez, no ha sido ni muy puro ni muy deshumanizado.

Sin embargo, no se le va de la cabeza (ni del corazón).

[Aunque él no lo sabe, yo sí sé por qué no se le va de la cabeza. No se le va, porque el poema no es un horror putrefacto. Hay cuatro alejandrinos que salvan al resto, precisamente porque son eso humano que las vanguardias quieren desterrar del arte, y que se cuela como una verdad con el habla andaluza de la niña:

-"Mare, me jeché arena zobre la quemaúra.
Te yamé, te yamé dejde er camino... ¡Nunca
ejtubo ejto tan zolo! Laj yama me comían,
mare, yo te yamaba, y tú nunca benía!"


Pero es 1924 y Ortega ha señalado que el Arte Nuevo es deshumanizado y a Federico no se le ocurre todavía llevarle la contraria.]

Piensa: ¿Se podría contar esta historia de una manera moderna? ¿Se podría eliminar lo humano convirtiendola en un objeto artístico pero manteniendo la emoción?

Lo primero (la deshumanización) es una obligación. La impone (todavía) la modernidad.
Ningún detalle, pues, de la muerte y del dolor. Nada de dolían las cigarras, nada de morir en carne viva, nada de besos que lastiman con su roce, nada de ojos como raíces secas de las estrellas. También fuera con las arteras contraposiciones del dolor con la alegría de la primavera: fuera el aire alegre y bello, el pinar que se ríe, la brisa que renueva la vida y fuera también, sobre todo, ese Dios que se baña en su azul de luceros. La muerte ni siquiera describirla (“cuando vengan los gitanos te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados”) y el dolor apenas apuntarlo (“dentro de la fragua lloran, dando gritos los gitanos”).

Pero, ¿y lo segundo?, ¿cómo mantener la emoción? Federico eso lo sabe bien: con el lenguaje y el misterio. Todo el poema tiene que estar recorrido por una sensación de misterio y magia. El niño se quema en el fuego de la fragua y muere pero en lugar de detalles truculentos, una fascinación mágica por las llamas blancas de la fragua que danzan como una bailarina. Pero… puede eliminar incluso la referencia al fuego. La blancura de las llamas será la luna que, además -Federico esto lo sabe desde siempre- es la muerte. Así, la muerte, que es la luna y una bailarina gitana que danza (como las llamas), vendrá a llevarse al niño.

El encuentro de la muerte y el niño ocupará casi todo el poema y tiene que estar cargado de emoción pero, ¿cómo lograrlo sin meter un sentimentalismo putrefacto por el niño que va a morir? Desplazando la preocupación: del niño a la luna. Será el niño el que se inquiete por lo que pueda pasarle a la luna (“huye luna, luna, luna… si vinieran los gitanos harían con tu corazón collares y anillos blancos).

Por último, a esa luna mítica hay que oponerle un antagonista digno de ella: los gitanos. El niño será un gitano y estos, seres míticos –de bronce, capaces de hacer con el corazón de la luna collares y anillos blancos-.

Después Federico escribe el poema y queda muy satisfecho. Podría escribir otros romances sobre los gitanos…

Etiquetas:

martes, junio 10, 2008

A través del espejo

Hay un espejo que atravieso de vez en cuando y detrás del cual hay otro mundo. Un mundo azul y luminoso al que no llegan los ruidos de este lado.
Lo que más me gusta de ese mundo azul son las mujeres.
Las mujeres del otro lado no se visten como las de este. Ocultan sus ojos detrás de gafas de plástico semitransparente y sus cabellos con ajustados gorros. A cambio, muestran sus hermosos cuerpos que cubren únicamente con una ceñida malla.
Me gusta la apariencia de heroínas de cómic que tienen, pero lo que de verdad las embellece es la ingravidez. En el otro lado las ataduras de la gravedad están rotas y los cuerpos vuelan libres. Sin suelo en que apoyarse, se mueven con una suavidad elegante en la que tiene que colaborar hasta el último hermoso tendón.
Además de la ingravidez está también la fugacidad. En el otro lado –todavía más que en este- hay estrictas normas de educación que impiden mirar con detenimiento. Estas bellas mujeres, sólo fugazmente y de manera fragmentaria podemos contemplarlas: unas piernas que al pasar dejan una estela blanca, un cuerpo que se gira y ovilla junto a la pared, para impulsarse y estirarse después -como una flecha que fuera su propia ballesta-… Visiones fragmentarias que nuestra imaginación completa y embellece.
Y como último rasgo embellecedor está el misterio. Sé que las mujeres del otro lado son las mismas que las de este, que también atraviesan el espejo. Pero no hay manera de relacionarlas. ¿Ese cuerpo envuelto en luz y burbujas sería el de esta morena de melenita y ojos claros que lleva una enorme bolsa de deporte?

Etiquetas:

sábado, junio 07, 2008

Un nuevo arquetipo

"Yo tengo una Rita propia"
Portorosa. Lovely Rita.



Portorosa ha despertado en mí el recuerdo de un arquetipo platónico: la adorable rita.
Intentaré sacar de mi memoria –porque, aunque lo hemos olvidado, lo sabemos todo y aprender es recordar- cómo es ese arquetipo.
Una adorable rita es una mujer que apenas conocemos pero a la que tenemos oportunidad de ver con cierta regularidad. Tiene que gustarnos e instalarse en nuestros pensamientos lo suficiente para que esperemos el momento fugaz en que nos encontramos con ella. Con las adorables ritas establecemos un vínculo que sólo une por un lado: pensamos en ellas pero ellas no saben de nuestra existencia.


Mi vida está llena de adorables ritas. Si mi timidez y mi pereza no lo impiden, algún día les hablaré de alguna de ellas.

Etiquetas:

eXTReMe Tracker Creative Commons License