martes, junio 10, 2008

A través del espejo

Hay un espejo que atravieso de vez en cuando y detrás del cual hay otro mundo. Un mundo azul y luminoso al que no llegan los ruidos de este lado.
Lo que más me gusta de ese mundo azul son las mujeres.
Las mujeres del otro lado no se visten como las de este. Ocultan sus ojos detrás de gafas de plástico semitransparente y sus cabellos con ajustados gorros. A cambio, muestran sus hermosos cuerpos que cubren únicamente con una ceñida malla.
Me gusta la apariencia de heroínas de cómic que tienen, pero lo que de verdad las embellece es la ingravidez. En el otro lado las ataduras de la gravedad están rotas y los cuerpos vuelan libres. Sin suelo en que apoyarse, se mueven con una suavidad elegante en la que tiene que colaborar hasta el último hermoso tendón.
Además de la ingravidez está también la fugacidad. En el otro lado –todavía más que en este- hay estrictas normas de educación que impiden mirar con detenimiento. Estas bellas mujeres, sólo fugazmente y de manera fragmentaria podemos contemplarlas: unas piernas que al pasar dejan una estela blanca, un cuerpo que se gira y ovilla junto a la pared, para impulsarse y estirarse después -como una flecha que fuera su propia ballesta-… Visiones fragmentarias que nuestra imaginación completa y embellece.
Y como último rasgo embellecedor está el misterio. Sé que las mujeres del otro lado son las mismas que las de este, que también atraviesan el espejo. Pero no hay manera de relacionarlas. ¿Ese cuerpo envuelto en luz y burbujas sería el de esta morena de melenita y ojos claros que lleva una enorme bolsa de deporte?

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