martes, julio 04, 2006

De la cortesía en la blogosfera

Nunca fui muy bueno en el uso de las normas de cortesía. Y no porque no tenga un corazón cortés.
La culpa la tienen mi timidez y lo poco claras que son las normas, que, además, cambian continuamente (en el tiempo y en el espacio).
De niño, me escondía debajo de la mesa camilla si venían visitas. Y era capaz de pasar largas horas sin ir a dormir o a cualquier otro sitio que requiriera pasar por delante de la sala, que era donde se recibía a las visitas. (Menos mal que el cuarto de baño no cumplía este requisito.) Mis hermanos no eran muy distintos a mí en este aspecto por lo que mi conducta me parecía normal y no aprendí a la edad que había que aprenderlo ese complejo lenguaje que son las normas de urbanidad. Después, para mí han sido siempre como una lengua extranjera –algo que se puede aprender pero que nunca se manejará con la soltura con que lo hace un nativo-.
El segundo problema es lo que cambian. Mis profesores eran don Fulano o don Mengano y se les trataba de usted; cuando entraban en clase nos poníamos de pie y no nos sentábamos hasta que nos daban permiso para ello. Cuando el profesor fui yo, la primera pregunta que me hicieron los alumnos fue si me podían llamar Edu. Una compañera (muy querida) trata a los alumnos de usted. Ella, que es la bondad personificada, dice que es por controlarse y no maltratar de palabra a ningún alumno en un momento de enfado. Sus alumnos, sin embargo la tratan de .

Esta inseguridad que siempre he tenido la he trasladado ahora a la blogosfera donde además soy novato. Trato de aprender de los más veteranos pero los usos son muy variados.
El señor de Portorosa no me sirve como modelo. Si mi madre leyera blogs diría de él que es todo un caballero: educado en las formas y educado en el espíritu (él sí que tiene un corazón cortés). Trato de copiarle su educación en el espíritu, pero si le copiara las formas me parecería que le estaba plagiando porque parece que van indisolublemente unidas a su personaje.
Alicia Lidell es muy distinta. A poco que te pongas ceremonioso te llama señorita remilgada. Tampoco tiene reparos en llamarte fósil. A mí me encanta la señorita Lidell. La primera vez que se dirigió a mí lo hizo con un “mira, malambruno...” familiar y confianzudo, que a mí, que entonces era todavía más invisible de lo que lo soy ahora, me dejó cautivado. Pero claro, no es lo mismo que te llame señorita remilgada una jovencita victoriana, que te lo llame un gigante.
Las formas de Asmadeus son estupendas pero inimitables. Esa manera de ensartar barbaridades con un tono de caballero de otra época sólo valen para el demonio quijotesco que es él.
Kafkaprocesado hace una síntesis perfecta de registro formal e informal. Usa siempre el usted (creo) y nunca parece que lo esté usando. Escribe demasiado bien para poder imitarle.
Alexandrós es demasiado amigo para que las formas importen. (Es con el único que no me planteo que formas emplear ni que formas emplea él.)
Podría seguir... la timidez (me parece) de Buttercup tiene un encanto al que soy sensible...y la concisión de Niha...
Pero ya veo que entre los blogueros no voy a encontrar unas normas de urbanidad que usar, porque como escritores que son, no usan de manera rutinaria ningún lenguaje, sino que le dan un sesgo personal, sin validez general.
Y sigo con mis dudas: ¿debo emplear el o el usted?, ¿se deben contestar siempre los comentarios?, ¿cuáles sí y cuáles no?, ¿dónde contestar, en tu blog o en el del comentarista?...

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