Dos microcuentos eróticos
I.
Recuerdo las broncas que le echabas a nuestra hija mayor: era una imprudente incapaz de mantener la cabeza en su sitio; tú, sin embargo, siempre habías sabido comportarte, nunca habías sido tan estúpida y tan puta. (Le censurabas más su falta de inteligencia, que su moralidad).
Y ahora te traen esos dos alumnos tuyos, semiinconsciente y desnuda de cintura para abajo, un hilo de baba por tu barbilla y la blancura de tu hermoso culo brillando sobre el fondo oscuro de sus abrigos.
II.
Estás llorando, sentada encima de mis rodillas y abrazándome temblorosa. Desnuda.
Recuerdo las broncas que le echabas a nuestra hija mayor: era una imprudente incapaz de mantener la cabeza en su sitio; tú, sin embargo, siempre habías sabido comportarte, nunca habías sido tan estúpida y tan puta. (Le censurabas más su falta de inteligencia, que su moralidad).
Y ahora te traen esos dos alumnos tuyos, semiinconsciente y desnuda de cintura para abajo, un hilo de baba por tu barbilla y la blancura de tu hermoso culo brillando sobre el fondo oscuro de sus abrigos.
II.
Estás llorando, sentada encima de mis rodillas y abrazándome temblorosa. Desnuda.
Etiquetas: literatura
<< Home